domingo, 17 de junio de 2012

El padre de Malgorszata


Malgorszata llegó a mí poco tiempo después de mi divorcio. Si bien nunca me casé por papeles, no solo porque dos hombres no pueden casarse sino además porque no creo en el matrimonio como institución, lo cierto es que estuve muchísimo tiempo en una relación con todas las de la ley. Por eso en aquellos días de renovada soltería me sentía feliz como una lombriz. Y fue en estas circunstancias que, una noche que regresaba de juerga y le hacía la media frente a la parada de Línea y Paseo a mi amigo Reynaldo a las 4 de la mañana, la gatica más chiquitica del mundo hizo su aparición en mi vida.

Yo fui quien primero la vi. Venía caminando por la acera hacia nosotros, y si no fuera porque era lenta hubiéramos pensado que era un ratoncito. Rey y yo jugueteamos con ella, pero luego vino su guagua y me quedé solo con la gatita/gatito (ya que no tenía ni idea de cómo identificar el género de un minino). Aunque, no sé por qué, siempre intuí que era hembrita. Cosas que sienten los padres, supongo. Me despedí de ella: “Bueno, chiquitica, ten cuidado”. Tenía un ojito cerrado y lloraba todo el tiempo. Me dio lástima así que decidí llevarla hasta la calle de más arriba, muchísimo menos transitada que la esquina de Línea y Paseo, ya que me parecía que cuando amaneciera podía ser peligroso todo el barullo de la mañana y alguien podría pisotearla o algo. Le hice monerías para que me cayera detrás, lo cual hizo, pero se demoraba caminando que era una barbaridad. Es que era la cosa más chiquitica que ustedes pueden imaginarse, no creo que llegara siquiera a los 15 centímetros de largo.

Cuando yo era niño, una perrita se refugió bajo mi ventana por una tormenta y lloró toda la noche. Mi mamá me dejó quedármela y así llegó Rosy a mi vida. Unos meses después un camión la arrolló casi frente a mí y yo nunca más fui la misma persona. Los vecinos, al ver a un niño lleno de sangre (de mi nariz) dando gritos como no lo verían nunca más, prometieron todos traer otros animales. Así llegó Diana, la perra más independiente – pero cariñosa - del mundo a mi hogar. Venía ya con un pasado, pero se labró todo un presente en mi casa. Parió dos veces, nueve perritos la primera vez y ocho la segunda, se fue de la casa después del segundo parto porque otra perra quiso cuidar a sus cachorritos (que al final terminé criando yo solo) y luego de que yo la buscara hasta en los centros espirituales, tres o cuatro meses después llegué una tarde de la escuela y al tocar la puerta la que se precipitó al oírme llegar no fue otra que una Diana llena de mordidas, pero tan easygoing como siempre. Así, los vecinos pudieron ver a un niño dando gritos de alegría arrodillado frente a la puerta de cristal mientras del otro lado una perrita intentaba arañar la puerta con sus paticas. El único de sus hijos que conservamos, Iván - el perrito más bueno del mundo – vivió 9 años en mi casa. Murió en mis brazos, lo cual sé que para él fue algo bueno ya que nunca hubo un perro más leal que ese, y se fue a vivir al Cielo para Perritos y Perritas de Gran Corazón y a los Cuales sus Dueños Nunca Nunca Nunca Olvidarán, donde está junto a su mamá Diana, su hermanita postiza Rosy y el resto de mis perritos. Pero después que lo enterré en el jardín, en presencia de algunos vecinos llorosos, me enjugué mis lágrimas y me prometí no tener ni un animal más.

Pero regresemos a esa noche de ocho años después cuando yo conducía a la gatica microscópica acera arriba. Al llegar al final de la calle, decidí que era mejor subirla una cuadra más, así estaría aún más protegida. Pero al intentar bajar el contén no pudo porque era demasiada altura para ella, así que se limitaba a mirar al vacío (el “vacío” estaba 20 centímetros más abajo) y luego me miraba a mí con su único ojo abierto como diciendo “¿qué hago?”.

Y ahí logró su cometido en la vida. Envolverme. La miré, y sin siquiera pensarlo, la cogí en mi mano y me la llevé para mi casa. Nunca había sido muy observador de los gatos, ni había tenido un animal en el Vedado (mis perritos habían sido en Marianao, donde tengo una casa más grande), pero lo hice. Al llegar, a eso de las 5 de la mañana, la metí debajo de la pila y la bañé. Luego la sequé con mi secadora de pelo. Ella empezó a gritar desde que entró a la casa, pero el otro ojo se le abrió, lo cual me hizo respirar aliviado. Se metió detrás de la cocina y cómo estaba húmeda, se le pegaron todo tipo de polvo y de telarañas, Finalmente, aún llorando, se metió en un Converse y ahí encontró su primera cama. “¿Y ahora qué hago yo contigo?”, le dije, mientras le pasaba la mano para intentar que se durmiera/callara.

Hay ocasiones en las que hacemos cosas que si alguien nos hubiese dicho dos horas antes que las haríamos, nos reiríamos de ellos. Y sin embargo, una vez que las hacemos, sabemos que serán definitivas. Si alguien me hubiese dicho que recogería a una gatica de la calle, yo, que ni siquiera cocino, me hubiese echado a reír. Pero una vez que estaba en mi casa y yo estaba sentado frente al Converse pasándole la mano ya estaba convencido de que había un nuevo integrante en la familia.

Entonces, como todo buen padre soltero que no tiene ni idea de lo que hace, me dediqué (si se le puede llamar así) a criar a la gatica. Estuve muchísimos días sin nombrarla - ni siquiera estaba seguro del sexo – pero cuando lo hice decidí que tenía que tener un nombre polaco. Así que le puse Malgorszata, que aunque no lo crean es un nombre muy común en Polonia. Malgorszata Slovudovska es su nombre completo. Un nombre polaco y un apellido ruso. Y como los polacos odian a los rusos, quiero creer que es por eso que Malgorszata tiene ese carácter que tiene.

Entonces llegaron todas las primeras veces que solo los padres sabemos apreciar en su justa medida. La primera vez que saltó hasta la cama, la primera vez que se metió enterita – con las cuatro patas – dentro de mi plato y yo empecé a gritar y ella a resbalar entre el arroz y los frijoles, la primera vez que se robó un pollo dos veces más grande que ella y empezó a decirme barbaridades en lenguaje gatuno cuando se lo logré quitar de abajo del sofá. La primera vez que decidió que dormiría conmigo y se quedó en mi pecho. La primera vez que decidió romper los muebles solo para afilarse las uñas… Ah, las cosas que los padres solteros les aguantamos a nuestros hijos.

Quisiera decirles que soy el típico homosexual que vive con su tía y su gata. Pero no. En estos hogares, la amable tía se desvive por su sobrino y la hermosa minina tiene un lazo y una cestica. Esa definitivamente no es mi casa. En mi hogar todos nos fajamos todo el tiempo e intentamos robarnos la comida uno de los otros. Ni siquiera supe muy bien qué darle de comer a Malgorszata, así que lo solucioné dándole perros calientes. Una gata que come perros. Con el tiempo he aprendido a cuidarla un poco mejor, pero seguimos sin ser para nada una casa típica.

No creo que Malgorszata sea lo que la gente puede considerar como linda (yo la veo bella). Pero eso no me importa en lo absoluto. Yo creo que todos los animales son hermosos y que aquellos que solo los tienen porque “son lindos” son unos cretinos que los usan para palear sus propias inseguridades. Yo tampoco soy lindo (yo me veo bello), así que eso me confirma aún más que es hija mía y nada puede llenarme más de regocijo.

Malgorszata es la dueña de la casa. Sin duda alguna. Si uno quiere que ella venga a dormir, pues no va, y si uno se acuesta y se duerme pues viene y se tira sobre uno cuando ella lo decide. Si uno le pasa la mano, te muerde. Cada vez que me lo hace a mí, yo la inmovilizo, la acaricio a la fuerza y le gritó “¡Si no te gusta te vas para Línea y Paseo!” Ella, por suerte está inmovilizada, si no me arrancara un pedazo. Toma su siesta encima del televisor, así que a veces hay que ver el aparato con su cola justo en el medio de la pantalla. Siempre anda con mi tía. Si esta va al baño, ella va atrás. Si cocina, está acostada en la meseta esperando para robarse el pollo. Ven juntas las novelas. Si yo no estoy, duerme encima de ella. Cuando mi tía se baña y yo no estoy, que es el único momento en que Malgorszata se queda sola, se para frente al baño y empieza a dar gritos. Cuando llego tarde, al entrar me mira con cara de “¿Estas son horas de llegar?” Leemos Harry Potter juntos porque cuando me ve acostado se tira encima de mí y como lo leo en alta voz para practicar mi francés, ella sabe todo lo que pasa y es también fanática de Hermione.

Cuando estuve en Montreal, había que ponérmela frente a la webcam. Y yo veía una imagen toda pixelada de una gatica intentando morder a todos del otro lado de la pantalla mientras le gritaba: “¡Malgorszata, soy yo!”. Pero nada. Cuando regresé me miró con cara de “¿Dónde tú estabas?” y se pasó algunos día sin acercarse mucho a mí, pero al final todo regresó a la normalidad. Por normalidad se entiende el dormir conmigo y morderme si le paso la mano.

Cuando tenía poco más de un año, un día que yo andaba por Marianao, llamé a mi tía para preguntarle algo, quien me salió anegada en llanto diciéndome que se habían robado a Malgorszata. Yo me cuestioné quién querría robarse a una gata sata, pero sé que la gente es muy mala así que corrí desesperado a coger un carro. En el camino casi lloro, pero decidí que me hacían falta los cinco sentidos para averiguar qué era lo que había pasado. Mi corazón no me cabía dentro del pecho. Cuando llegué me tía me hizo una historia de fumigadores, así que corrí (con todas las de la ley) hasta el parque donde estos se reúnen a dos cuadras dispuestísimo a dar golpes, fajarme, llamar a la policía y hacer lo que hiciera falta. Cuando llegue no había nadie. Ya se los habían llevado. Regresé a casa y en el camino invoqué a Dios. “Esta sí que no la voy a aguantar”, dije. “Las visas negadas, los hombres de pinga, mi vida mierdera…te lo aguanto. Pero esto no.”

Al llegar a casa, una vecina onírica me gritó que ella la oía. Yo andaba buscándola por todos los pisos del edificio (Malgorszata jamás ha bajado desde el día en que subió a mi casa por primera vez) cuando me lo dijo. Subí a preguntarle si la escuchaba onírica o realmente, pero me dijo que la había escuchado clarito. Entonces, me di cuenta: el closet frente a la puerta donde mi tía guarda el papel de los fumigadores. Corrí y lo abrí. Allí estaba mi gatica. Nunca había salido y nunca nadie la había cogido. Se había metido ahí cuando mi tía abrió la puerta y se había pasado la mañana llorando pero mi tía pensó que era su subconsciente torturándola por perder a la gata. ¿Ven que esta no es una casa tradicional? La cogí y casi lloro. Ella me miró medio dormida, aún sin acostumbrarse a la claridad, como diciendo: “¿Por qué me tenían en el closet? Yo soy la dueña de esta casa”.

Sin embargo, la oportunidad única de ver llorar al bloguero como nunca nadie lo ha visto en su vida adulta, llegó hace unos meses en una clínica veterinaria de Playa, dos días después que Malgorszata se cayera del balcón. Nadie sabe cómo pasó, todos insisten en que los gatos no se caen de los balcones, pero yo tengo la teoría de que yo le he arruinado a mi gatica todos sus instintos naturales. Si bien fue un momento tenso yo lo solucioné lo mejor que pude. Bajé, salté muros, la cogí en medio de los gritos y los zarpazos mientras le decía: “Yo estoy aquí, yo estoy aquí”. Yo estaba tan consternado como ella pero los padres tenemos que crecernos para ayudar a nuestros hijos.

Como después de eso se metió debajo de un mueble (nunca hace eso) y no quiso comer nada, aparte de arrastrar la patica, mi amigo Juanma me convenció de llevarla al veterinario, lo cual hicimos juntos (besos para Juanma por ayudarme en tan importante momento) donde le pusieron un suero y me dijeron que había que operarla porque tenía fracturado el fémur.

Al día siguiente fuimos Malgorszata y yo solitos a otra clínica (a la de Playa porque en la otra faltaba un instrumento). Todo iba bien, ella iba dentro de una maletica y yo le metía la mano y la acariciaba. Ella estaba ya mucho mejor de ánimo. Sin embargo, al ponerle la anestesia se quedó tranquilamente dormidita sobre mí, lo cual, tengo que ser honesto, rompió mi corazón por la mitad. Mi gatica. Mi hija. Cuando el doctor la puso en la mesa y me mandó a salir, empecé a llorar sin ningún tipo de consuelo. Ninguno. Enfrente de todo el mundo. Todos se asustaron y se abrazaron a sus mascotas.

“Está en buenas manos”, me decía una señora rubia a mi lado. Una señora que recoge perros y gatos de la calle y se los lleva al veterinario para que los ligue. Hay gente que hace el bien así nada más. Sin esperar nada a cambio, solo lo hacen. Es bueno que esa gente exista aunque la sociedad no los valore siempre en su justa medida. Así y todo, yo no oía nada, solo lloraba. Así estuve por 45 terribles minutos. Cuando el doctor abrió la puerta, entré como un bólido a ver a mi gatica. Estaba dormidita y con la patica cosida. “El pronóstico de la patica es reservado”, me dijo el doctor. Pero a mí la patica no me importaba, solo quería cargar a mi hija. Me la llevé llorando todo el camino. Cuando llegué a mi casa lloré más y puse a mi tía a llorar también. Malgorszata seguía dormida, lo cual hizo todo lo que quedó de día, mientras yo seguía llorando acostado a su lado.

Al día siguiente recobré mis cinco sentidos porque tenía que ayudarla, así que me puse una cofia imaginaria y me dediqué a hacer todo lo que el médico me dijo que hiciera. Ya por esos días no trabajaba, si no, sin ningún tipo de remordimiento, no hubiera ido a la escuela de todas formas. Solo tenía una tarea en este mundo. Recorrí el Vedado buscando calmantes, antibióticos y comida. Como no encontré a nadie que la inyectara, yo – quien le tengo pánico a todo lo que tenga que ver con agujas – la inyecté yo mismo por siete días como me enseñó mi amigo Ángel. Me inyecté más los dedos que a ella, pero bueno, supongo que algo entró. La obligué a tomar leche y agua con una jeringuilla, le curé la herida y la puse bajo una pirámide que me dio la vecina onírica. Todo eso sin dejarla bajarse de la cama.

Y logramos superar ese momento. Su patica está muchísimo mejor y solo un ojo entrenado (un ojo de padre) puede notar que la levanta un poquito cuando corre. Fuera de eso, ya es la misma. Robo de pollo incluido. Me odió por un tiempo por lo de las inyecciones (ya saben lo ingratos que son los hijos), pero yo, que nunca le he pedido afecto a nadie sino que lo he robado, la obligué a que me quisiera de nuevo y durmiera conmigo.

Malgorszata no es muy buena dando afecto, ya lo sé, pero a mí no me importa. Yo la quiero tanto a ella que cuando viene y se acuesta sobre mí ya considero que me está reciprocando mi amor. A veces tiene pesadillas y me encaja las garras en el pecho y yo grito, pero ella se despierta como diciendo: “Soñé algo malo” y yo me olvido de mi dolor, le paso la mano y le digo: “Ya, ya, ya pasó”. Duerme en mi pecho, y si me viro de lado, ella se corre y se tira en mi hombro, y si me viro de espaldas, se acuesta sobre ella. Perfecto acople de padre e hija.

Y es que nadie es más fiel que un animal. A ellos no les importa si uno es rico o pobre, niño o viejo, alcohólico…nada. Siempre están a tu lado y nunca se van. Aunque se lleven mal. Como el amor de los hijos y los padres. El verdadero amor.

Así que en este día de los padres, que casualmente coincide más o menos con la llegada de Malgorszata a mi hogar hace tres años, me tomo una cerveza en mi propio honor y en el de mi hija. Buscaré la cámara y le tiraré fotos en las que saldrá con los ojos cerrados y arañándome como siempre hace, pero no me importa. Los padres debemos ser tolerantes con nuestros hijos.   

Hace un tiempo conocí a un muchacho que vive en Paseo y Línea. Cuando le dije que ahí había recogido a mi gatica, me dijo que en la zona había un solo gato macho que embarazaba a todas las gatas de los alrededores. Que seguro era el padre de Malgorszata. Se ofreció a llevarme a ver si lo veíamos. Le agradecí, pero rechacé amablemente su invitación: hace mucho tiempo que todo el mundo sabe quién es el único padre de Malgorszata.


PD: Dedico este post a mi hija Malgorszata Slovudovska Reyes Mancebo y a todos mis perritos, sobre todo a Iván, Diana y Rosy Reyes Mancebo. También a mis amigos y vecinos que me han ayudado en esta crianza de padre soltero. Al médico que operó a mi gatica. Y especialmente a la señora rubia que recoge perros y gatos para ligarlos – y junto a ella a todos los que cuidan de los animales, propios o ajenos - no solo por darme apoyo en tan importante momento, sino por la maravillosa acción que sin esperar nada a cambio, realizan. A todos ellos, padres y madres como yo, muchas felicidades. 


11 comentarios:

El cazador de burbujas dijo...

Pues a llorar de nuevo, esta vez no voy en el tren! Una de mis "hijas" fué literalmente atropellada delante de mis ojos, se lo que se siente ante este tipo de situacion! Un beso para Malgor y para el padre jejeje!

Raúl Reyes Mancebo dijo...

Gracias, mi amor, lo mismo para ti!!!!! Sé que tienes un millón de hijos. Muchos besotes!!!!!!

Anaely D. dijo...

Que lindo post! Los gatos son asi, te envuelven, te dan amor a su manera y uno lo agradece el doble. Mi Melman llego a mi vida irreconocible, que no tenia ese gato, y ahora es hermoso, y que conste que definitivamente no lo recogi por hermoso, pero el me escogio, habia varias personas que escoger, era como el juego de la botellita, estabamos sentados en un circulo y el en el medio, jajaja y vino a mi. Muy linda Malgorzata! Aqui estan unas fotos de Melmin por si tienes chance de verlas, asi somos las madres ;)

https://www.facebook.com/media/set/?set=a.758071392298.2312036.60715191&type=3

Anónimo dijo...

que ojos mas lindos y mas raros tiene!!! que linda!!!

ps: la puya de la lloradera fue conmigo?? o.O

Grisel dijo...

Bellisima rauli, los animales nos llenan espacios que las personas no nos pueden llenar. Un beso para ti por ese gran padre que eres, que te hace incluso más especial. Excelente post

Arlan dijo...

Hermoso como siempre, felicitar a tan buen padre y pues a la hija. Se lo que se siente pues tengo 2 perros y un nuevo miembro de solo meses en mi familia, se llama Rocke pues mi sobrina así le puso. Es muy lindo tener a alguien que sin miramientos nos entregue su amor incondicional, a veces sin esperar retribución alguna...

Mylene dijo...

Que bella historia de amor entre padre e hija. Se puede vivir sin mascotas...pero no vale la pena.

Anónimo dijo...

Hola me encantan tus post

Anónimo dijo...

Mi Gatito se llama Alvin es color negro y tiene lad patitas blankitas en el,dia de halloween me lo golpearon, no se quien porque lleve a mis hijos a pedir dulces y ahora quedo renguito no me decidia a llevarlo al veterinario pues le temo a q lo operen pero despues de leerte lo llevare, pues tienes razon solo un padre sufre y se desvive por sus hijos y yo tengo 3 mis hijos y mi gato no lo dejare asi grasias por tus post me encantan siue asi beditos y abrazos desde L.A california

Unknown dijo...

Muy bien escrito. Me he quedado impresionado leyendo algunos posts tuyos. Hace décadas que no hablamos; no creó que llegues a revisar un comentario de un post tan viejo, pero me alegra descubrir que escribe bien. Un saludo.

Charlie dijo...

Sin palabras!!!
Sé lo que se siente ver a un animal querido en una mesa de operaciones o peor... no he tenido gatos, pero pienso que da igual el animal, si lo quieres, lo sufres como si fueran tus hijos...
Gracias por compartir...


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